Llegar al final del ciclo biológico de la menstruación supone para muchas mujeres el final de una etapa asociada a la juventud, a la actividad sexual puesto que se tiene la creencia de que baja la líbido. Ya no soy una mujer activa, ya no podré tener hijos independientemente de que los desee o no, mi vejez ha decidido por mí. Sufriré sofocos, engordaré, seré carne de osteoporosis, y un sinfín de males más que colaborarán a sumirnos en una profunda depresión de menopausia y ocaso.
Para llevar mejor los síntomas desde la perimenopausia (los años previos a la propia menopausia donde empieza a descender la producción de estrógenos, una de las hormonas más importantes ligadas a nuestro ciclo menstrual) es conveniente dejarnos ayudar por un@ profesional, como un@ ginecólog@, además de seguir pequeñas pautas como cuidar un poco nuestra alimentación (el calcio es un gran aliado para nuestros huesos), descansar, practicar meditación, hacer ejercicio moderado como salir a caminar por la orilla del mar para beneficiarnos del exfoliante que le regalaremos a nuestros pies y el aporte de yodo y sodio que nos dará el agua marina. Y sobre todo, lo que más nos va ayudar es cambiar el enfoque pesimista de la menopausia y darle un giro apoteósico: en vez de entrar al ocaso de la menopausia, tras la menstruación la Mujer se corona abrazando la Plenopausia o Menopausia Sagrada.
¿Por qué utilizo este término? Porque la Plenopausia supone también el fin de la vida menstrual, pero en vez de como una pérdida de un símbolo muy representativo de la feminidad (aunque no nos haya gustado tener la regla), es una subida de status personal: paso de ser cíclica a alcanzar mi madurez emocional, ya no necesito conocerme durante las cuatro fases que dura mi ciclo y depurar cada mes lo que ya no necesito.